Hoy celebramos con orgullo ser una mujer venezolana. Para quien lea estas líneas, probablemente sepa que vivir aquí puede ser bastante complicado y si a eso le sumamos las hormonas propias del género… pues la verdad es toda una aventura pertenecer a esta cultura
Sin embargo, celebro el ejemplo que diariamente veo a mi alrededor. En el país de lo posible, admiro a las madres, hermanas, abuelas y tías que con valor sacan adelante a sus familias. Cocinar, lavar, organizar, revisar y ayudar con las tareas, hacer mercado, atender a los parientes, salir a trabajar, compartir con la pareja e ir a la peluquería para verse siempre digna y no perder el glamour es algo que nos caracteriza en Venezuela.
También admiro a las amigas porque en las buenas y en las malas, siempre podemos sacar el tiempo para estar en el momento adecuado. Incluso cuando no nos lo piden, tenemos la iniciativa para salir a brindar apoyo cuando más lo necesitan y poder resolver.
Siempre he dicho que somos hijos de la crisis y que pertenecemos a la cultura del resuelve (en el buen sentido de la frase). De poco hacemos maravillas y todo sin perder la sonrisa. Con frecuencia cito a quien fuera uno de mis más preciados profesores de la universidad, Rodrigo Núñez quien una vez nos dijo “a veces lo obvio viene de obviar” y es que estamos tan acostumbrados a enfocarnos en los problemas actuales que no nos damos cuenta de que al final, respiramos profundo y sonreímos para seguir adelante. Si no, no aguantaríamos.
Solo cuando salimos del país y vemos que la gente por iniciativa propia no sonríe sino que siempre tiene una expresión seria o de frustración, nos damos cuenta de que nosotros, aunque estemos en nuestros momentos más duros, siempre, siempre, siempre, tendremos espacio para brindar una sonrisa a quien se nos acerque y eso es lo que más cautiva a quienes vienen del extranjero.
A veces no escuchamos sino lo que queremos oír pero si hacemos silencio, afinamos el oído y realmente ponemos atención, las venezolanas, en general, y por favor no nos pongamos extremistas, somos personas agradecidas.
Me conmueve cuando las escucho dar gracias a Dios por lo que tienen, por la comida que disponen para los suyos, por la medicina que consiguieron para sanar, o por hacer posible que sus seres queridos estén contentos y les digan que las quieren.
A las que tuvieron que migrar con sus familias en busca de una vida mejor, mis más sinceros respetos porque se requiere de mucho valor para tomar esa decisión. Se necesita fortaleza de la buena para tragar entero, tenerle miedo a lo desconocido y aun así apostar por un futuro mejor para los suyos sin perder la sonrisa.
Para las mujeres de otras nacionalidades la felicitación también se extiende. Su vida es otra y por supuesto los problemas también. A todas, mucha fuerza y no olviden que son parte importante en la educación de unos mejores seres humanos.
Y a los hombres, que les ha tocado cumplir con ambos roles para sacar adelante a su familia, felicidades porque este día también es de ustedes.
Gracias a todas porque de una u otra manera forman parte de mi desarrollo personal. Sobre todo a las que cocinan con tanto cariño para brindar la mejor calidad y hacer de Venezuela un país más sabroso.
Imágenes: Foto: Andrea Hernández
Ligia Velásquez